En 2013, tuve la oportunidad de asistir a la
presentación de Histoires entendues ou vécues dans un tap-tap, de
Gary Victor, en la ciudad de Gonaives, Haití. Un año después, en el trayecto de
vuelta a México, descubrí con asombro que los cuentos contenidos en esa
colección me causaban la misma emoción y desconcierto que las experiencias que
tuve en ese país. ¡Pipirit meu amor! es, a juicio del
traductor, la mejor historia de ese libro.
Esta traducción apareció en el No. 56 de Punto en línea:
¡Pipirit meu amor!
Por Gary Victor
Traducción de Heber
Aguilar Calvo
Dedicado a mi amigo Roberto Banda, que se preguntó: ¿por qué chingados ellos
no se van a Haití?
Me encontraba en un taptap[1] inmovilizado
en un embotellamiento del boulevard La Saline. No sabía por qué el chofer había
decidido evitar el boulevard Jean-Jacques Dessalines para llegar a la calle de
Delmas. Ahora íbamos a perder al menos una hora antes de que la flota de autos,
de camiones, de taptaps se liberara del mercado que invadía completamente la
calle y al que el ayuntamiento había renunciado a desplazar. Un camión que
remolcaba un largo contenedor había sufrido una avería justo en medio de la
carretera y no había ninguna presencia policiaca en aquellos parajes. Éramos
presa fácil para los ladrones que acechaban la zona. Estos últimos a veces
estaban remunerados e incluso empleados por los burgueses haciendo trabajos en
esta zona clasificada como roja por la MINUSTAH.[2]
Contenía mi impaciencia en el taptap, incomodado por
el calor, cuando una conversación me interesó en sumo grado, ya que concernía a
un personaje que había desaparecido de la escena pública hacía algunos años.
— ¡Estevel! ¿Cómo estás, viejo amigo? Dame noticias de Sonson Pipirit.
— ¡Ah! ¡Sonson! Aunque intente hacerse el muerto,
sigue lloviéndole sobre mojado, Boss Carré.
— No es sorprendente. Hay nacimientos que predisponen
a todas las aventuras. ¿Y ahora qué le sucedió?
— No me creerás, Boss Carré, pero Sonson estuvo a
punto de terminar su vida en prisión. Motivo: agresión física contra un capitán
brasileño. Ese capitán permaneció una semana en coma. Sonson no tuvo la mano
ligera.
— No obstante, Sonson es un pacifista. La política,
después de algún tiempo, no le interesa más. ¡Pobre muchacho! Ha visto tanto.
Estevel Gwo Bibit, porque lo reconocí en ese momento,
dejó escapar un suspiro que partía el corazón. El otro hombre con el que
hablaba era Boss Carré, un peluquero bastante conocido en Carrefour-Feuilles.
Los dos hombres habían envejecido. Sumergido en mis reflexiones, no había
percatado su presencia.
— Es toda una historia, Boss Carré. La prensa no ha
hablado de ella. A causa de los escándalos repetidos, Naciones Unidas ha hecho
lo posible para encubrir el caso. Después del cólera y de todo lo que conoces,
un asunto implicando a alguien tan conocido como Sonson Pipirit llegaría lejos.
— Cuenta.
— Tentativa de violación, Boss Carré. Faltó poco para
que ese capitán brasileño “cambiara de bando” a Sonson Pipirit.
— ¡Estás seguro de lo que cuentas, Estevel! Nadie
osaría. Pipirit tiene horror a los homos. En nuestros días ser homófobo no es
políticamente correcto. Los homos tienen el poder por todos lados. ¡Es suicida
ser homófobo! Pero no podemos pedir que nuestro amigo cambie. Es un caso
perdido.
— Déjame contarte el asunto a detalle. El capitán
brasileño, llamémosle Emerson, está de patrullaje. ¿Qué puede hacer un militar
de Naciones Unidas en esta región? Helo pues sobre un carro de combate,
binoculares en las manos, apreciando la belleza del paisaje. No es sin razón
que la población los llama a veces turistas. Es entonces, sostente bien, que
divisa a Sonson Pipirit en una postura muy particular.
— Déjame adivinar. Desvistiendo a una bella señorita.
— ¡No! Emerson descubre a Pipirit aliviando la vejiga
en un campo de caña de azúcar a tan sólo cien metros del vehículo. Los ojos del
brasileño se plantan en donde adivinas. Esa cosa que hizo pasar a Gede Loray[3] un mal rato. Es amor a primera vista. Suspira
diciendo “Sofrimento divino Filho de Deus”.
— ¿Eso qué quiere decir? Estevel.
— En portugués, divino sufrimiento de los hijos de
Dios, respondió orgullo Estevel.
— Tienes instrucción tú, dijo Boss Carré, admirativo.
— Emerson se apresura a descender del vehículo. Quiere
hablar a Sonson a cualquier precio. Los preliminares, pues. Se dice que esa
cosa que ha visto será para él.
— No sabe con quién se las está viendo.
— Sonson, que no comprende del todo lo que sucede,
acepta la invitación del brasileño de ir a tomar una cerveza. Emerson es un
hombre súper simpático. Es muy fácil para él pasar por un extranjero que quiere
entablar una amistad con un hombre joven que, además, es un líder en la
comunidad. Pero Pipirit no es tan ingenuo. Se da cuenta de que el brasileño
tiene otra cosa en la cabeza. Sin embargo, Pipirit ha madurado. En el pasado,
el brasileño habría tardado menos en detonar la cólera de nuestro hombre.
Firmemente, Pipirit le hace comprender al capitán que se equivoca de persona.
Pero el brasileño no renuncia.
— ¡Está loco! Exclamó Boss Carré. Se ve que no conoce
quién es Sonson.
— Los brasileños también tienen su vudú, dijo Estevel
Gwo Bibit. Emerson, desesperado, envía mientras tanto ardorosas cartas de amor
a Pipirit, en las que llama a nuestro héroe Sofrimento divino Filho de
Deus. Entonces recurre a la magia. Obtiene la dirección de un boko[4] de la región que es conocido por sus hechizos
amorosos. ¡Un consejo Boss Carré! No dejes que una mujer a la que no quieres,
tome tus uñas cortadas, tu cabello o tu ropa interior para llevarlos a
Pagennon. Es el nombre que se le da a ese boko. Si recurren a él por ti, tú no
le dirás no a esa persona. Estás frito, mi buen hombre.
— ¿El boko acepta trabajar para el brasileño?
— ¡Boss Carré! Sabes bien que ciertas personas no
claudican frente una bolsa bien repleta. Emerson no escatimaba medios. Pagennon
conocía bien a Pipirit. Advirtió al brasileño. Un hombre como Pipirit, que ha
tratado frecuentemente con los espíritus, puede contar con recursos
insospechados. Emerson insiste. Quiere tentar su suerte cueste lo que cueste.
Una cosa como aquella de Pipirit, no se encuentra todos los días.
Pagennon se lava las manos del asunto. Le pide a Emerson que le lleve alguna
cosa muy personal que pertenezca a Pipirit.
Estevel Gwo Bibit suspiró.
— Boss Carré, este país no irá lejos. Hay demasiados
negros listos para traicionarte por una ración de comida. Es Jean-Jean,
un amigo de Pipirit, su compañero de cartas que por 1000 dólares y una promesa
de visa entrega al brasileño una prenda interior. Debo decir que, en
consecuencia, Jean-Jean debió huir a República Dominicana. No sabemos lo que
Sonson le habría hecho si le hubiera puesto las manos encima.
— No me digas que Pagennon tuvo éxito.
— Por poco, Boss Carré, dijo Estevel Gwo Bibit. Por
poco. Bruscamente, Pipirit no manifiesta más hostilidad contra el capitán
brasileño. Los vemos salir juntos, beber una cerveza en un restaurante. A
Emerson le apremia pasar a los actos. Lleva a Sonson a su casa.
Todo el mundo en el taptap estaba suspendido de los
labios de Estevel Gwo Bibit, reconocido como gran odyansè[5] del
Eterno.
— Lo que salva a nuestro héroe, continúa Estevel, es
que Emerson es un esteta. Quiere algo grandioso, bello, poético. Si fuera un
salvaje como los uruguayos de Port-Salut, Sonson estaría frito.
Una mujer hizo el símbolo de la cruz en el taptap
— ¡Sonson m lan wi, mezanmi!
— Emerson desviste a Sonson, le hace tomar un baño
perfumado. Se toma su tiempo para admirar a ese semental que lo hará berrear de
placer. “Sofriento divino Filho de Deus”, repite constantemente. Le
recita poemas en su lengua natal. Delicadamente, le mete uvas en la boca.
Finalmente Emerson, para que aquella cosa que lo ha seducido tanto sea
operacional al cien por ciento, decide finalizar todo el ceremonial. No puede
más.
— ¡Men mon chè! ¡Bagay kifè Gede Loray mande
gras lan wi!, exclamó Boss Carré.
El suspenso estaba en su punto álgido en el taptap.
— En el momento en que el brasileño se va a
hacer consumir, crucificar, martirizar, atormentar, ajusticiar, no sabemos lo
que pasa. Puede que sea el espíritu de Madan Sorel, o bien el de Gede Loray, o
los dos de concierto, que bailotean ruidosamente. Sonson Pipirit despierta. Se
da cuenta de lo que él, Sonson Pipirit, ¡Sonson Pipirit wi!, se dispone
a hacer. Amigos míos, no hay necesidad de hacerles un bosquejo. Son los vecinos
los que llevan al hospital al brasileño, en coma, costillas rotas, brazos
fracturados, una rodilla hecha trizas, tan golpeado fue por Sonson Pipirit. La
policía, que interviene rápidamente, arresta a nuestro amigo. Naciones Unidas
quiere que se mantenga a Pipirit en prisión y que el asunto sea tratado con
celeridad. Pipirit es acusado de agresión con la intención agraviante de dar
muerte. La tesis de violación es descartada por Naciones Unidas. Su abogado
sostiene que era Pipirit quien se disponía a violar al brasileño. Aquel que
recibe el miembro o que se disponía a recibirlo no puede ser el violador,
argumenta el deshonesto abogado. El defensor de Pipirit quiere hacer comparecer
al boko como testigo, para destruir la tesis de su colega. Pero Pagennon, sin
duda pagado por los funcionarios de la ONU, ha desaparecido de circulación. El
boko no quería correr el riesgo de encontrarse en el camino de un hombre como
Sonson. Tuvo razón, creo.
— Con Naciones Unidas, la tesis del embrujo a Sonson
Pipirit sería ciertamente descartada en un proceso, reconoció Boss Carré. Con
un gobierno a las órdenes del extranjero, que ni siquiera osa pedir
indemnización por las víctimas del cólera,[6] me
pregunto cómo se escapó Pipirit.
— El amor, señores, dijo Estevel Gwo Bibit… El
amor.
Todos los pasajeros del taptap miraban al odyansè con
aires interrogativos.
— Emerson sale de coma. Quiere irse a la audiencia.
Los funcionarios de Naciones Unidas, a pesar de su estado, se apresuran a
llevarlo. Con la declaración del capitán, Sonson será rápidamente condenado y
el archivo cerrado antes de que la prensa se encargue del asunto. Nuestro amigo
arriesga muchos años de prisión. Sin embargo, cuando el brasileño llega a la
sala de audiencia, le hace saber al juez, estupefacto, que su coma no era
debido a los golpes de Sonson Pipirit. Claramente, había recibido golpes. Pero
cada golpe de Sonson Pipirit había sido para él una caricia con un voltaje, una
intensidad a la que ningún circuito eléctrico habría resistido. Esos golpes,
esas caricias incandescentes, nucleares, debe precisar, habían provocado una
explosión, un despegue prodigioso. El apogeo del placer, dijo el
brasileño. Había ido, declaró, más allá de nuestro sistema solar. Había
descubierto galaxias, cometas, desviado asteroides. Su placer había acelerado
las pulsaciones del sol, precipitado planetas enteros dentro de hoyos negros.
Su coma se había debido a un orgasmo que ningún hombre había conocido. Emerson
se había sumergido dentro del esplendor de la corriente del Golfo. Había nadado
en los arcoíris más fabulosos. El brasileño no sabía qué más decir. Sonson, sin
poder contenerse, quiso abalanzarse sobre el capitán para cerrarle el pico,
para hacerlo callar. Si no hubiera sido por la intervención enérgica de los
policías, nuestro brasileño no habría conocido otro coma, pero la muerte. El brasileño
estaba loco de amor. Pipirit estaba loco de furia. Se comprendía. Había sido
embrujado para que el brasileño se sirviera de su sexo de una manera que no
hubiera imaginado ni en sus peores pesadillas. Pipirit hubiera estrangulado al
brasileño. Seguro.
— ¿Cómo terminó todo?
— El brasileño mismo exigió que de inmediato soltaran
a Sonson Pipirit. Gritaba como un demente “¡Meu amor! ¡Sofrimento divino
Filho de Deus!” El juez no podía hacer otra cosa que retirar los cargos
contra Sonson. En cuanto a nuestro brasileño, es embarcado a la fuerza rumbo al
Brasil.
— Madichon, madichon, madichon, repetió la
mujer que se había persignado varias veces escuchando la historia de Estevel
Gwo Bibit.
— Sonson se escapó de lo lindo… No habría sobrevivido
a semejante desventura.
— Se hubiera colgado frente al mar, como Persée
Persifal, dije en voz alta.
Fue hasta ese momento que Estevel Gwo Bibit y Boss
Carré advirtieron mi presencia en el taptap, yo que había inmortalizado a
Sonson Pipirit a través de mis escritos.
Taptap.
Fuente: http://printablecolouringpages.co.uk/?s=tap+tap+bus
[1] Los
taptaps son el medio de transporte público más común en Haití. Consisten en
camionetas con caja abierta, en la que se colocan dos bancos alargados para que
los pasajeros se sienten. Hasta ocho pasajeros pueden instalarse con relativa
comodidad, aunque no es inusual ver taptaps cargados con el doble de esa
cantidad. Los taptaps más vistosos están pintados con diseños de colores vivos
característicos de este país.
[2] Misión de
Estabilización de las Naciones Unidas en Haití.
[3] Espírito vudú,
presente en otros relatos sobre Sonson Pipirit.
[5] En criollo haitiano, odiansè o lodiansè se
refiere a alguien que utiliza la vía oral para contar historias
[6] En 2010, una epidemia de
cólera atacó varias provincias de Haití, país que hasta entonces no había
conocido esta enfermedad. El brote de cólera se originó en una base de las
fuerzas de pacificación nepalesas de Naciones Unidas y se propagó a través del
río Artibonite.